martes, 26 de junio de 2018
La Mala Perra
Me he despertado sobresaltado por los graznidos libidinosos de la turbia.
Ralea ebria que ensombrece los días de gloria.
Vive su estelaridad de virulenta borrasca, hinchando el papo.
Buche insaciable, que macera mantecas con alcoholes.
Pollino, saciado en la vulgar demasía, que proporciona el gusto mísero.
Tanto de tanto y todo tan necio.
Tiempos de urgencia, de delirios de monda, de calentura de alcahueta.
Se recuecen los diviesos de la entrepierna, de la pelambrera rasurada y de sombras muy negras y recias.
Es automatismo, el norte del beodo tocino.
Brillo de torrezno y de afeites de panceta.
Iridiscencias de frite y ramalazos de caldereta.
Estelaridad de cuchitril y de aciaga vileza.
Son tiempos de narcóticos, engullidos con vinazos.
Traga y traga la ramera, tarascón de potasa.
Nunca se olvida la corrala, el cubil donde nos parió, La Perra.
Nunca se borra, ni se está lo suficientemente ciega, para olvidar el lupanar donde preñaron a La Mala Perra.
¡Acariciame hampón¡ berrea la hiena.
Se rozan los preñados buches, en la tramada componenda.
Tierra de nadie, erial de todo, vulgar soba, con olores de adobo.
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