Entumecido y empapado, depositó el cuerpo del infante sobre el blanco lecho, el cuerpo libido, el cuerpo frío del niño perdido, del chaval desafortunado que tras desorientarse en el cerrado bosque, perdió la vida.
Es tan duro llegar tarde, saber que la vida se diluye en segundos, que todo se pierde con el último latido, el que abre la puerta de la frialdad.
Él llegó tarde, agarró el cuerpo inerte cuando exhalaba el último aliento, cuando la plenitud de lo virgen abandonaba el cuerpo rendido de Gabriel, el niño perdido en el bosque de soberbias araucarias, laberinto de columnas, en el que se esfumó el calor del infante Gabriel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario