lunes, 3 de junio de 2019
La preñez de La Rezantera
Matilde era un blanco fácil, sus caminatas a la ermita a rezar, la convertían en una presa probable. Gervasio la forzó en la ermita, cuando la muchacha rezaba unos rosarios para que sanara La Mielera, la nieta del Tío Charandel. La muchacha Rezantera, estaba abstraída en el banco de alante, cuando El Jabalí Cabreao le tapó la boca y la tiró al suelo, tras decirle que si se resistía la mataba, le arrancó las bragas tras levantarle el vestido y allí delante de Nuestra Señora de Altagracia la desfloro, entre lloros, gimiqueos sordos y susurradas avemarías. Matilde tenía sólo quince años y lo ocurrido era tan grande, que se lo guardó para ella y nada más se desahogo cuando se confesó con el cura de San Blas.
Nada más empezó a percibirse su preñez, su padre con una monumental bronca la echó de casa, sin ser consciente de que arrojaba a la calle a la gallina de los huevos de oro, su principal fuente de ingresos, a la niñita que siempre volvía de sus rosarios, con monedas en los bolsillos o con una cesta con modestos presentes de algún vecino agradecido por sus intercesiones.
Serapio cuando quiso recular de su brutal desahogo ya era tarde, la niña preñada ya había sido recogida por El Luengo, y contra Don Jonás nada se podía hacer. Habían perdido a La Rezantera y con ella todos sus emolumentos.
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