No tenemos la obligación de abrazar a quien nos abraza, somos libres para deshacernos de determinados abrazos.
Libres para no compartir senda, libres para tomar el camino contrario.
La vida nos depara, pero nosotros podemos poner pies en polvorosa con lo que nos depara la vida.
Claro, que marchar implica aligerar equipaje, implica renuncias, implica pagar el peaje de la marcha.
El que parte abandona.
Somos las salidas que no estimamos, los besos que rechazamos, el calor al que renunciamos.
Somos los grilletes que nos quitamos, las alas que nos ponemos, el hambre y la necesidad que abrazamos, para ser libres, para volar ligeros.
Somos la soledad que elegimos.
Somos el séquito que nos apresa, somos la corte que con sus adulaciones nos encarcela.
No se puede abrazar todo a la vez, no abarcan nuestros brazos tanto, no podemos volar si con nuestras alas abrazamos.
Todo lo que pesa encadena.
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