Nació el 11 de diciembre de 1911, y fue bautizada en San Fausto el 24 de diciembre y así ungida en la fe católica, celebró su primera Navidad, sin ser consciente de nada, porque salvo los relatos familiares, de su bautizo en la Misa de Gallo, ella nada recordaba.
Anna Cynthia, nació marcada por la numerología, obsesionada por el 11, por el 22, por el 24, por la suma de los tres.
Nació un día impar, de un mes par y de un año no primo. Siempre se sintió marcada por el número 8, el dígito que marcaba su autosuficiencia, su carácter emprendedor y cerril.
Anna, aunque muy analitica, se sugestionaba con facilidad con los números y su carácter mistérico, encomendándose con frecuencia a estos, para tomar decisiones. Aunque muy consciente de que el tesón era la clave en la consecución.
El 2 de abril de 1924, conoció al que ella decidió que sería su amor, con el que ese mismo día, se propuso que se casaría un 3 de mayo de 1935, todo esto a pesar de su juventud, ella lo anotaba en su diario, que era una sucesión de sumas y restas, con las que jugaba a construir un futuro, que con el tiempo se materializó.
Se casó, con Florentino, su primo hermano, el 3/5/1935, como ella había fijado, se casó a pesar de las reticencias iniciales de toda la familia. Su querido primo y marido, numéricamente era un 9, su pareja ideal. Floren, como lo llamaba ella, nació un 5 de febrero de 1910.
Y numerologicamente hablando, todo podía ser muy perfecto, pero Anna, nunca al lado de su querido primo, alcanzó la felicidad, ni el destino, ni sus cuentas, hicieron que tuviera hijos con él.
Envejeció testaruda y sola, esperando un milagro, que nunca llego, ni en Nochebuena, ni en Navidad.
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