miércoles, 29 de abril de 2020
Santos marginales
No es altura, la que busco para tocar el cielo.
El cielo, con demasiada frecuencia, no está tan elevado.
Hay cielos tan marginales, que son divinos, de rasantes.
No es elevada la fresa, pues es rastrera, pero jugosa.
Almíbar de mil flores, que no crecen en las alturas.
No busco alambicadas proezas, ni circense galantería.
Sólo persigo el gorjeo del ave sencilla, sin rico plumaje.
Porque me distrae en esceso, la barroca melodía del intrascendente.
Su almizclado ser de impostura.
No gusto de la tonificada tensión, sino de la nata tersura.
Detesto da forzada galanura, y el aire forzado de la mueca estudiada.
Que poca claridad tiene, quien fácilmente promete.
Que poco predicamento, quien no discrimina.
De poca parroquia me gusta el convite.
Sólo rezo a los Santos marginales, a los que devora el polvo.
Pido a quien se que me va a dar, porque su abandono es mi suerte.
Y su falta de clientes, mi feliz destino.
Saber mover la pluma y más, la lengua, convierte a las palabras en putas diligentes en las fauces de ese proxeneta amotinado que las articula y domestica con solvencia. Y así, ellas hacen la calle de mis filias, ejerciendo el oficio más valioso de este mundo precintado: Proporcionarme placer de cielo, desde el córtex prefrontal al hipotálamo, pasando por el tuétano de mi esqueleto profanado, malcriado y rastrero.
ResponderEliminarQue maravilloso es tener un harén tan diligente, de esclavas tan bellas y solicitas, de putas tan elegantes y complacientes, que alivian todas mis fobias y mis filias.Porque las palabras con su solvencia y su marcialidad no sólo dan placer, sino que evitan y alivian el dolor. Ya sea con a lengua o con la pluma, me liberan de la cárcel de estos día, y de la cárcel de los modales convenientes, pues con sus dobles filos y vertientes, me permiten bordear lo más vil y lo más sublime, el acantilado del vértigo de lo proscrito y amoral. Mis palabras, tus palabras, son ángeles malcriados que sirven al cielo y al infierno, a dos señores antagónicos y rivales, a los que elevan y hunden a su antojo. Palabra que desnudan y descarnan y que seguirán vibrando en el aire, cuando nuestro cuerpo y mortaja, sean pastos de las alimañas en el oscuro pudridero. Gusto de profanar palabras en este mundo de precintos y etiquetas, de batallar con los gemidos, los hipocorísticos y las blasfemias. Palabras sin sexo como los ángeles, que vuelan y caen como tóxicas mariposas de colores en ese caleidoscopio tuyo que ya también es mío.
ResponderEliminarAsí da gusto ser víctima de un Ángel. Gracias por permanecer entre mis líneas de aire y por hacerme los crepúsculos mucho menos inefables con tu condición humana e inhumana, pues ambas, me conmueven.
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