Iluminé mi ciudad en la noche, para que el que me odie la bombardee.
Abrí sus puertas, para que mi enemigo no necesite entrar a caballo.
Y aún tierra calcinada, le sigo tiznando,
Como polvo glorioso, entro en sus pulmones y le mino desde dentro.
No se puede borrar la proeza, y quien lo hace, es un vulgar Eróstrato.
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