Enquistado por las nieves perpetuas de mi ensimismamiento.
Son mis lacerados ojos lo que perciben este dañino invierno.
Cegador es tanto blanco níveo, tanta llanura domada y suavizada, en su abrupto dolor, por el gélido aliento de la tragedia.
Nunca creí en ti, en tu artificial y álgida sonrisa de necedad.
No duran las proezas si las escribes en la nieve.
No hay floración en las blancas cumbres del olvido.
Imposible referenciar, la pureza, en este desierto de frialdad.
Gélido, álgido, níveo, me interesa que sigais existiendo, pero no sé como os voy a legar.
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