jueves, 31 de diciembre de 2020
Feliz Año Nuevo
Tengo la mano sobre el suave lomo de mi gato, me reconforta su dorada felinidad.
Mañanas de frío, donde el calor te lo proporciona el próximo.
Me rodea la menguada tropa de mis afectos, su insistente interés por algún agasajo.
Amores cálidos que cuestan muy barato, que poco piden y mucho me dan.
Despertar de apagados trinos y nieblas a lo lejos.
Muere el año, el año del encierro, de las distancias, del miedo.
Muere con la sensación de que somos frágiles llamas amenazadas por la marea de zánganos, por la falta de pericia de los capitanes que no supieron preservarnos de las infectas corrientes, del viento de escarcha, que lleno de cruces de un día para otro el Camposanto.
Adiós al infierno, que en esta mañana de gélido invierno, descorre el telón del año nuevo e incierto.
miércoles, 30 de diciembre de 2020
Mudar
Todo fluye y en ese fluir el cortante placer se hace romo.
Varían los disfrutes, apaciguados por la perdida de brío.
Robles sin follaje, en los que ya no anida el amor.
Almíbar insípido, proezas sin gloria.
Ya nada eriza mi piel.
Y el temor que gravita sobre todo y siempre, me impide correr fútiles riesgos.
Acastillada es la calma, cuartel sin sorpresas.
Nada busco, nada encuentro, nada ya a mi cansado corazón le sobresalta.
domingo, 27 de diciembre de 2020
Jugar
Con demasiada frecuencia es más útil lo que detestamos que lo que amamos y eso me ha pasado a mí con el ajedrez.
La vida es una partida y vencer a tu enemigo es desplegar una paciente estrategia. Y eso hago hoy, jugar con las destrezas inculcadas, con la fuerza que me da mi Dios, con la perseverancia que me da defender la verdad.
Siempre he odiado jugar, pero en esta partida que es la vida, juego, con la bravura que me da mi estirpe, y las habilidades que me inculcó mi familia.
Ganar es cuestión de tiempo, la victoria es tesón y paciencia.
Ramas
Marionetas que arañan los cristales
y llaman a mi puerta.
Sombras que me zarandean.
Diez luces titilan a lo lejos.
Diez apóstoles que guardan,
el aprisco de amenazantes ramas
que mece el viento.
viernes, 25 de diciembre de 2020
Patria
Ya no reinan las nieblas en el valle, ya sólo reina el frío, escarcha que entumece las palabras y que nos fuerza al encierro.
Con las puertas cerradas, embozados y con la sensibilidad de nuestras yemas resguardadas por la protectora la lana tejida en oriente, porque aquí ya nadie trabaja, ni teje, afrontamos el olvido.
Ese es el olvido, dejar las faenas que nos hacían pueblo, patria, rincón con acervo. Ese es el olvido, cerrar las puertas al frío y rendir las fronteras de la patria.
El Niño Dios, trajo el frío, trajo la helada, trajo el viento que congela las lagrimas, impidiéndolas rodar y perturbando con sus finos y acerados cristales la claridad de nuestra mirada. Ciegos regidos por tuertos. Aurora de modorra, de desidia, de voluntades rendidas, perdidas, compradas, subsidiadas.
Tegucigalpa, "La casa de la Aurora"
Es el lugar donde está la casa de la Aurora, pero no de la Aurora del amanecer, sino de la Aurora carnal, por la que perdió el norte un señero capitán.
Él, la colmo de oro, le construyo una torre, y en aquel palacio de lujos la encerró, para que nadie pudiera conquistar, ni rendir, a su divina perdición.
Así son los amores que amarran muy corto al amado, amores que en todo ven temor, amantes que viven martirizados por los celos y de todo recelan, amores de oro y desconfianza, de atalayas inexpugnables y tapias muy altas.
Y en aquella jaula dorada, se fue marchitando Aurora, ella que nació en el arrabal minero, y que se gano la vida desde bien chica, en las cantinas con sus gorjeos y contoneos, encerrada para el exclusivo disfrute y manoseo de un capitán señero, de un capitán celoso, de un capitán que el amanecer dorado de su amada, lo cubrió con siete velos.
Cerro de Plata, cerro de galerías, donde los mineros pobres pierden la vida. Cerro de destellos, que el pobre jornalero, tras sudarlos con sangre, pierde en las tabernas. Cerro sin Aurora, porque ya no tiene Aurora, Tegucigalpa, desde que, con siete llaves y tras siete velos, la secuestro el capitán que dice que la ama y que por su radiante belleza está enfermo de celos.
miércoles, 23 de diciembre de 2020
Niebla
Vuelve a amanecer el día, entre saturnales vahos,
entre remostosos valores obsoletos,
humedad lechosa que orina los falsarios estereotipos.
No existe ya la reconciliación en este paramo de odios.
Los escritos de guerra se cocinan con la siniestra mano,
en la siniestra trastienda de un ansia anegada de celos y venganza.
Deshilachan las arpías la memoria del imperio.
Hipotecan el futuro los traidores,
vendiendo humo de igualdad,
que es sólo castrante y amputadora mala saña.
Niebla que ampara las mentiras de esta iconoclasta cruzada.
Se desaloja la inocencia de la mente del infante,
se emponzoña de malicia la tabula rasa.
Dios aun no a muerto,
pero el discurso de su muerte, tiñe de rojo las calles,
del rojo de la sangre del que aun cree,
en la bondad del ser que nos creo libres.
Cizaña es este vaho que a tantos atenaza.
lunes, 21 de diciembre de 2020
Aprisco de nubes rasantes
El mundo es tan corto, es tan húmedo, es tan frío.
Aprisco de nubes rasantes, de nubes que rozan la tierra.
El verde es vivo, como la sangre invisible que brota de mi lacerada piel.
Me anega la tristeza de los días irrecuperables, de los caminos que ya nunca más transitaré.
Acaricio el suave lomo de mi gato amarillo, su rendida felinidad, que busca el calor de mi regazo.
Llueve sobre las losas que coloniza el verdín.
Llueve suave, llueve y en la lluvia finísima se diluyen las proezas que nadie reseñó y nadie cantará.
lunes, 14 de diciembre de 2020
Sentir imbricado
nos desangramos en los recodos oscuros
que nos depara la vida.
Desgarros que se infectan y nunca cicatrizan.
Manos que nunca nos volverán a acariciar.
Miradas de hiriente vacío.
Baluartes de inexpugnable azul, que el tiempo rindió.
Amar es una enorme puñalada
por la que termina colándole
el helador infierno de la perdida.
Vivimos días, donde olvidamos
que apuramos segundos
por primera y última vez.
Te quise, te quiero, te querré,
y todo ese sentir imbricado
es mi lloviznoso presente.
La desidia me cubre con su manto de descuido.
Oda donde los instrumentos doblan
por las inamovibles perdidas.
Hojas que amarillentas y cruelmente garabateadas
vuelan en la fría noche
de su primer y último invierno.
¿Quién abrazará mis cenizas?
¿Quién decidirá si eternamente descansan junto a las tuya?
De nada soy dueño,
soy sólo un preso
de este remostoso y meandrinoso tiempo.
sábado, 5 de diciembre de 2020
jueves, 3 de diciembre de 2020
Sobre tu tersura
Si la algarabía disléxica de mi brío estuviera atenazada por tu dulzura.
Si en el rocío de mis noches florecieras tú.
Busco tu azahar, tu almíbar remostoso.
Busco tu mano, en este lecho frío de perenne invierno.
Si el bravo mar quisiera
con sus verde olas,
arrasara con su furia
la desidia de este infierno de interior
que me cerca y desola.
Si el bravo mar
con su indómita imprudencia
me trajera a mi lejanas costas
un ejército de marineros
fieles a la verdad
y sin un ápice de mancha
del erial de las sombras.
Si el bravo mar quisiera
convertiría en un vergel
esta mazmorra.
martes, 1 de diciembre de 2020
En las faldas
a merced de la escorrentía,
la fragilidad de lo bello,
en la inestable ladera.
Se asienta mi proeza
en las faldas de arena del tiempo,
arena que grano a grano rueda.