nos desangramos en los recodos oscuros
que nos depara la vida.
Desgarros que se infectan y nunca cicatrizan.
Manos que nunca nos volverán a acariciar.
Miradas de hiriente vacío.
Baluartes de inexpugnable azul, que el tiempo rindió.
Amar es una enorme puñalada
por la que termina colándole
el helador infierno de la perdida.
Vivimos días, donde olvidamos
que apuramos segundos
por primera y última vez.
Te quise, te quiero, te querré,
y todo ese sentir imbricado
es mi lloviznoso presente.
La desidia me cubre con su manto de descuido.
Oda donde los instrumentos doblan
por las inamovibles perdidas.
Hojas que amarillentas y cruelmente garabateadas
vuelan en la fría noche
de su primer y último invierno.
¿Quién abrazará mis cenizas?
¿Quién decidirá si eternamente descansan junto a las tuya?
De nada soy dueño,
soy sólo un preso
de este remostoso y meandrinoso tiempo.
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