por los brazos fatídicos
de los errores elegidos.
Vivir es suspirar
y temblar
cuando no has sido
aún abrazado
por los erróneos brazos.
De nada sirve tropezar,
el tropiezo no resiente la ilusión,
ese latir veloz que nos ruboriza
al sentir el primer roce.
Mil veces me apuñalan
y mil veces no lo veo venir.
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