Mi vida siempre ha transcurrido por las puertas que me dejaban abiertas, las voces interiores que me decían, esto no te conviene. Siempre me he visto forzado a transcurrir por los terrenos que mi pusilánime moral no me vetaba. Aprendí muy pronto a decir que no, aprendí muy pronto a negarme el placer, a huir del futuro fácil, porque reprimir es difícil y extrañamente gratificante. Soy mis renuncias, soy el fruto de la cárcel le los inoculados modales, de una estúpida exquisitez que me forzaba a pasar hambre, a disfrutar del éxito de la contención, de una pureza alambicada que me ocasionaba mil tormentos.
Soy días de negación, de confortable cárcel de autosuficiencia.
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