no se acaban nunca,
duran toda la vida.
Son una cuenta pendiente
con la fatalidad,
una herida abierta,
una gélida corriente
que nos asola
en las invernales noches.
El fracaso no desmonta
el férreo andamiaje
de la idealización.
El rechazo no desanima,
sólo nos sume
en un letargo que espera
la imposible primavera.
Pozo de desesperación.
Torre de angustia.
Palacio en ruinas
que espera un príncipe
que nunca llegará.
y TANTO... saludos.
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