diría que estoy viviendo
una marcha fúnebre,
en la que gimen los violines
torturados por la angustia.
Me vapulea la nostalgia.
Me aguijonea la tristeza.
Soy mar de alcohol,
en el que me ahogo
y me salvo.
He vivido tiempos mejores,
pero hoy ya no libro batallas.
Presente de partidas
y de horas
que se escapan.
Ya nadie me redime.
Ya nadie me salva.
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