En tu pecho,
la Reina,
juguetea con un can.
Márgenes de tinta,
que definen tu marginalidad.
Encierra el azul,
tu dolor,
apriscos de aquiescencia.
No hay calor,
en la narrativa,
de tu broncínea piel.
Galones que te engalanan,
Dioses martirizados.
Te amaré siempre,
a pesar de que tu piel,
maldiga y reniegue
de la redención.
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