en las negras aguas
y el jinete
sin cabeza
lanza saetas
a los dormidos
gorriones,
ángeles,
que buscan
praderas
donde recostarse
y gozar
del sol.
Formulo caprichos
que me complace
el peón.
Recito suspiros
en muy baja voz.
Guíame,
que en aquel corro
creo haber oído
hablar de él.
Méceme,
que en los sueños
nada turba
el disfrute
de su rubor.
En el suelo
yace el nimbado,
victima del desamor.
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