que llenas de tropiezos,
me someto al martirio
de perseguir el olvidar.
Nadie consigue el olvido,
y cuando la vida nos regala
la tortura de olvidar,
olvidamos el placer
y recordamos el penar.
Me interrogo
en los cuartos lóbregos.
Me culpo
en los minutos de infierno
donde los neones y su titilar
se ríen de mi infortunio
y mi extravagante vagar.
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