de la locura
todos mis campanarios.
No pienses
que es libre albedrío
mi falta de mesura,
es sólo
que mi escorrentía
aun embridada
anega toda
la vulgar llanura.
Llámame soberbio,
porque en nada
me lastima,
pues no hay
nada más bello
que un corcel
al que encabrita
su altanería.
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