atufados por el agrio papo
de la dipsomanía,
por las calenturas de la clase
que les negó ralea.
Llamame ingenuo,
pero nada nubla para mí,
el sol de abril,
nada insignificante
se interpone en el disfrute
de un sol que se desliza
sobre mi piel,
lejos de los trompicones
de la piel del añoso sapo.
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