Nada estropea más la belleza que fruncir el ceño.
Ceños fruncidos y patéticamente planchados.
Quitarse años en algunos es entrar en la jocosa senda del payasismo.
Malas artes son las que agrían el ceño.
Son las tormentas de la envidia las que retuercen nuestra faz y nuestras entrañas.
Ser rubia, no aclara el alma, solo suaviza unas tortuosas facciones, que nacen porque se tiene tuerta el alma.
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