Se cruzan los trayectos de fatalidad.
Se atan y se hacen fatídicos.
Arribados al fanatismo tras perder la partida con el éxito.
Buscando la portada en la brutalidad.
Ignorantes que pasarán a la historia siendo vulgares Eróstratos.
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lunes, 23 de noviembre de 2015
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Esa escena, de cabezas de caballos asomando de un lago helado, la conozco por Kurcio Malaparte. Sale en "Kaput", su relato novelado de la Segunda Guerra Mundial. Ocurrió durante la Campaña de Rusia, en los alrededores de Leningrado. Unos caballos que pacían sueltos, en una isla del lago Ladoga, se echaron al agua, espantados por las explosiones y, mientras nadaban hacia la otra orilla, se levantó un súbito viento, sumamente frio, que, en cuestión de segundos, como hábil charro o cowboy, les lazó el cuello con soga de hielo. No soy mucho de ese autor, ni de ese libro, porque creo que esta sobrado de efectismo, pero esa escena, en particular, me resultó conmovedora [y no meramente impresionante], quizás su efecto resida en mostrar a seres tan emblemáticos del vigor vital, cual son los caballos, capturados por la frialdad del hielo y de la muerte, en medio del mayor despliegue de energía. Quiero decir que la muerte llega, de ordinario, en medio de la languidez que sobreviene cuando el cuerpo abandona la lucha agónica [Que la muerte te congele en plena explosión de fuerza y voluntad empeñosa, no es lo habitual]
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