El río, con tesón y paciencia, al final pasa por tu puerta.
La ira de la envidia la equista la indiferencia.
Huertas saqueadas por los ladrones del sudor ajeno.
El perdón nunca se alcanza, porque nunca se desanda el tormento del propiciado abuso.
Escuchar no es oír, el valle de las lagrimas esta plagado de plegarias desatendidas.
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