El rojo purpúreo brota de mi pecho,
tras la cercana lanzada.
Abrí la puerta al mar,
y fue mi confianza,
la que propició el golpe.
Caprichos troyanos,
que a quemarropa,
abren en canal al amante.
Por el mero capricho,
de ver como late desaforado,
su corazón herido.
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