En mis muñecas brotan amapolas.
En mi desbocado pecho la furia de la decepción.
Es altivo el amado cuando huele la debilidad,
cuando conoce la fatiga del alma,
que rendida se arrastra,
mendigando caricias.
El poder es cruel,
y tú, poderoso David de ébano,
sabes muy bien de ciudadelas arrasadas,
sabes de rendición.
sabes altas torres,
que ante tu ebúrneo dulzor,
se allanan.
Cimas que una vez allanadas,
desprecias sin un ápice de conmiseración.
Perder la guerra del amor,
es la derrota más amarga,
es hiel que hiela, es desierto,
es viento altano que seca el llanto perpetuo.
De mis pulsos brotan amapolas.
Y en el charco carmesí de mi desesperación,
chapotea para salvar mi vida, quién a mi me ama
y a quien no correspondo yo.
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