La tristeza del atardecer me postra, frente al ventanal desde el que te veo partir.
De porcelana es el silencio, de cristal mi llanto.
Arde mi alma en la pira de los poemas malditos, en el fuego de las palabras de amor, de incendio.
No hay tumultos en mi pena, sólo lineal desencanto.
Quisiera libar eternamente tu néctar y dormir saciado por tu tersura.
Corceles de mármol que soñáis con convertirme en auriga de bronce.
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