Viola la mirada de la zorra el territorio de mi alma.
Escudriña presas para diezmar mi harén de amor.
Los pasos de pedernal hacen crujir el suelo de madera.
Pesadez de oscura tabernera curtida en las lides de los aceos vinos y los sabrosos chismes, con los que, por envidia de inferior, la peor de las envidia, ametrallar ángeles, gorriones celestiales que tras las demoledoras calumnias, marchan a otros reinos lejos de los campos de minas de la matrona ajada y sifilítica, que nunca a la luz del sol un solo día brillo.
Vida entre vahos de recuero y vinagres.
Dramático star entre los aturdidores efluvios.
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