Me he quedado solo en la ciudad de los perros.
Los únicos que hoy conservan alma.
Hay aullidos que valen mil palabras.
Hay lametones que encierran mil besos.
Se encierra en ellos la fidelidad primigenia.
Contienen el ámbar salvífico del amor verdadero.
No espero de ellos traiciones, porque es contranatura traicionar al amado.
Me he quedado solo rodeado por ellos.
Los ángeles protectores que velan mis sueño.
Los que siempre me salvan en mis pesadillas.
Y he aprendido a aullar, para comunicarme en su puro lenguaje.
Lenguaje que no contiene para mi ladridos hirientes.
He metido la mano en sus fauces y no me han mordido.
Más ya no acerco la mano a los falsos y huidos amigos.
Porque esos con palabras de miel me la han roído.
Sana el can la laceración que me hizo el amigo.
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