llena de coral mis yemas.
No soy tu isla,
sólo soy un naufrago,
perdido y solo,
en tu intrincada enormidad.
La pólvora,
llena de pesar mis horas,
y el reguero carmesí,
delata mis lecturas.
Mis venas garabatean,
con su violáceo tormento,
el complicado adiós
de quien no sabe como irse.
El estruendo de pólvora
de tus cantos de sirena,
me zahiere
en este irredento valle
angosto y sin caricias,
desfiladero atroz,
que las aguas claras
y sus rumores,
cortan, hieren.
¿Quién transitara tus playas?
Cuando yo ya no esté.
Tu salario es rencor.
Y yo bajo el mar,
libre de los susurros,
ya no oiré más
lo que la aridez del pedernal,
dice de mi.
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