sábado, 4 de febrero de 2017
Dios no ampara ladrones
Habituados a fingir, terminamos siendo presos de nuestra farsa.
El mundo nos mide por lo que parecemos, por eso lamemos y relamemos tanto nuestra apariencia.
Acicalados pero descuidando el contenido, nuestras miserias.
Latas doradas que sólo envasan mierda.
¿Con quién vas?
¿Con quién te luces?
¿Con quién tanto te desluces?
Somos corrala, aprisco que nos cerca en manadas de iguales.
Nos desdoran los hipócritas, nos desacredita tolerar su impostura.
Aunque resultan en apariencia netos, los farsantes siempre tiznan.
Dios no ampara ladrones y el emisario de Dios no debe amparar bajo sus faldas ni a la puta, ni a la zorra.
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