martes, 18 de julio de 2017
Emiliana de Campurriana, "La Tora de potasa"
Emiliana de Campurriana, nació en una pedanía de parcelas franquistas de Talayuela. Ella nunca fue una mujer ilustrada, fue siempre un jaco lustroso y enjalbegao. En Palancoso, donde estaba la parcela que Franco entregó a sus padres, la conocían como "La Tora de potasa". Era hija de un linaje de expósitos, de niños hospicianos, su madre la llevó de dote al matrimonio, era una berrenda alhaja con dientes, que el que pasaría a ser su padre aceptó, porque el desafuero que sentía por la Miguela era grande, muy grande y nublador. Las calenturas de Isidro y su simpleza, no tardaron en llenar la casa de colonización, de pequeños serpollos, de ese modo Emiliana, tuvo tarea para rato y para largo, porque como la mayor de aquella caterva, tuvo que ejercer las veces de chacha y aya, cuando su madre se ausentaba a apencar con las tareas de la parcela.
Miguela, era una mujer abnegada y paciente, era grande y voluminosa, era hija bastarda de "Torreznete", un torerillo de poca monta que encandiló a su madre, La Fermina, en las ferias de San Andrés, que encandiló y preño y de ella se desentendió. Las calenturas mal sofocadas escriben calamitosos renglones en nuestras vidas, y así eran las primeras líneas del árbol genealógico de "La Tora de potasa".
No necesitamos remontarnos a más ancestros, porque ni ellas tenían la cabeza para tanto remonte, después de que la vida las había montado tanto.
"La cabra tira al monte y la puta a la era", le decía Trinitaria, a Emiliana, en los cursos de la Sección Femenina. reconociendo en la espigada niña las mañas de "La Torrezna".
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