La confusión con frecuencia habita en el orden,
en la relamida presencia,
en el aroma empalagoso de la primavera.
No tiene cauce el que lucha forzado por el daño,
el que blande la espada del hambre,
el que siente en sus tripas la ira del escarnio.
Es transversal la miseria propagada por los ampulosos regímenes,
las inamovibles jerarquías de posicionados,
que lucharon contra las élites y hoy tienen sus vicios.
No tiene cauce el tropel de desventurados,
los que marcan sus arremetidas bajo el aguijón del rechazo.
Es la falta de medios la que marca en esta riada los debilitadores meandros.
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