domingo, 8 de julio de 2018

Fermina


Fermina era la más antigua de las criadas. Fermina entró en la casa con treinta y cinco años, y ahora tenía setenta y cinco. Ella crió al Señorito Fausto, y ella fue la que le puso la mortaja, la camisa azul, con sus gemelos de oro y nácar, su corbata verde con anclas y el traje gris de raya diplomática, fue ella la que lo peino y le rasuro la barba, ella fue quien besándolo en la frente, cerró los ojos del niño grande, que era el Señorito Fausto de Azaba y Vélmar.
Fermina entró en la casa cuando murieron sus padres, los cuidó abnegadamente para tras el óbito de su madre que sobrevivió a su padre sólo seis meses. ser echada a la calle, ser echada de la casa familiar, de un puntapié, por su hermano Jacinto El Recio, como le llamaban en la pedanía de San Benito de la Contienda. La forzó a abandonarlo todo y la dejó sin nada. Así fue como llegó a La Casa Colorá, después de haber sido recogida por Don Braulio, el cura de San Benito. Así llegó, para servir o continuar sirviendo, pero ahora cobrando, porque hasta ese momento, había servido en su casa, a todos, pero sin recibir ningún salario. Desde el día que entró al servicio de Los Faustos, se lo dejo bien claro a Doña Micaela Vélmar, La Fausta, que si ella moría antes que su hermano, su familia de su sudor no tenía que recibir nada. Y así se lo dejó escrito en un testamento ológrafo, que guardaba Don Braulio, que de sus cuartos, a su sangre no quería que llegara nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario