Me refugio en la calle deshabitada.
En el corral, donde no llega el ruido de la calle.
En lo pequeño, que me permite seguir siendo sin diluirme.
Duerme a mis pies el fiel, único compañero que en el infortunio me sigue.
Lejos de las lanzas y de los arqueros.
Pero cerca de la caricia que es el olor del limonero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario