Soy uno de los aparceros de tu ebúrneo cuerpo.
Soy poco, muy poco.
Y asumo poco a poco tus presencias y ausencias.
Horas de paraíso, días de infierno.
Para cuando se apiada tu cuerpo de mi hambre, ya me había habituado a vivir hambriento.
Bucle de despiadado complacer para recordarme lo que voy a volver a perder.
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