Al caer de las crestas de las olas nos engulle el mar.
Somos gominolas sin nombre que a puñados se lleva a la boca el gigante.
No existimos para el universo.
Casi nada contamos para la bestia.
Uno arriba, uno abajo que más da.
Todos los días nos roza la corniveleta.
Todos los días la mano del voraz pasa a nuestro lado.
Protegidos en el número como banco de sardinas.
Protegidos por un sino que se nos escapa y queremos abarcar.
No hay orden en el caos de las olas de la inmensa mar.
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