Estoy atenazado ante la sonrisa burlesca.
A veces el dardo del amor nos rinde al pusilánime que por nosotros poco siente.
Amor, amabilidad, ternura que al que cruelmente mueve mis hilos veneras.
Insensato cielo de espantos y secas brisas.
Sin centinela, ni vigía en la puerta de mi casa.
El afortunado artífice de mi infortunio por mis reinos campa.
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