Es tan maledicente la envidia.
Es mano que en el rascar extiende sarna.
Es caricia de lepra.
Es tan ciega que cree que hundiendo honras.
Borra la treta de su deshonra.
No se calumnia a la sombra.
Solo se lanza lodo a la pared encalada.
Solo se calumnia a la luz que nos ensombrece.
Al que camina delante.
Al que seguimos por atajos ansiando su paso.
Pero enredados en el circulo de robar.
Olvidamos que lo amputado nunca será muestro.
Tras calumniar ningún brillo nuevo se posee.
Porque los brillos nunca los heredan los envidiosos.
El enfermo futuro del envidioso, es mañana volver a calumniar y a envidiar.
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