sábado, 2 de septiembre de 2017

Leones entre hienas


Narrador de infiernos, que el tonto envidia como cielos.
El cielo no es interesante, es sólo fatídica calma.
Sin oleaje no hay tormentas, no hay pasión.
Montaña rusa de tormentos, de crestas y baches.
Sólo la ebriedad nos hace saborear la tortura.
Paladear el zahino borde del lecho.
Morir en el éxtasis del laberinto.
Sufrir perdidos y perdiendo.
Angosto pasillo donde se rozan los cuerpos que no quieren sentir el invierno.
Viviremos el torrente de la escorrentía con la carísima velocidad de un Dios.
Es aburrido lo predecible, el martilleo de los segundos, el gozne marcado, los días iguales.
El amor entre iguales en solemnidad y miseria.
Vivir para narrar y envejecer muy veloz, sintiendo que el tiempo no es cantidad, sino furia.
Salvaje pulsión que nada embrida y los narcóticos catalizadores aceleran.
Días de gloria sin apenas noche.
Noches de luces chisporroteantes y cuerpos de niebla.
Vivir sintiendo que se muere y que ningún tesoro al más allá, uno se lleva.
Narrador de trayectorias de asteroides, de cometas que manchan, de sibilas de los augures, que en los altares de la dipsomanía, escudriñan las vísceras de las novísimas presas.
Gacelas entre leones, leones entre hienas.

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