sábado, 2 de septiembre de 2017
Tau, el negro pingón
Tau, era un negro pingón que llegó de Los Arenales, llegó porque el hambre no entiende de reglas, llegó porque huir de la penuria no tiene normas. Llegó de la mano del Alfeñique, del frágil terremoto de Angelin, que con el correr de los años terminaría controlando el mercado de los opiáceos, en las tabernas del puerto.
Tau, cuando llegó era un ebúrneo Apolo, era un soberbio y broncíneo David.
Nada más llegar sació su hambre de forma holgada con el vicio, no erá nada difícil vender aquella magnífica talla de tensión y tersura, aquella sonrisa inmaculada, aquella candidez de adolescente de extremidades enormes y verga descomunal, ingente.
Pronto se corrieron sus talentos y también pronto fue retirado del mercado, fue apartado del vulgar manoseo.
Don Gaspar de Leguineche, se prendó de él, nada más verlo, nada más probar el dulzor de su vergón de ébano. El gobernador era un degenerado pudiente, era un degenerado de palco en el Teatro Imperial, de los bancos de alante en las misas de la Catedral del Carmen, era el Gobernador de la clasista Arrianápolis.
Don Gaspar estaba casado con la atormentada y excéntrica Marquesa de Zarcero, Piluca Utiel.
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