martes, 12 de septiembre de 2017

Taphophilia, el magnetismo del óbito


Es magnético ver morir.
Ver como en el último estertor, exhalamos el espíritu, el último cálido suspiro.
Es magnético sentirse invadido por el aire último que ha recorrido el corazón del ser que se desvanece.
Es magnético ver la coreografía de los duelos.
Ver la teatralidad de algunos.
La sinceridad de muy pocos.
Y ver como el dolor es un proceso socializado, aprendido.
La muerte tiene su estética, su plástica, su decoro, su aderezo.
Coronas de flores, que mañana devendrán marchitas, como los compartidos recuerdos.
Cuando morimos comenzamos a diluirnos.
Comenzamos a desvanecernos, de los días de los que nos amaron, y comienza la sustitución de la pérdida, del calor perdido, no es algo urgente, es sólo inevitable.
Aprenden a vivir sin nosotros, y si no aprenden, no tardarán en venir a esta orilla, a abrazarnos sin cuerpo y sin presencia, abrazarnos como lo que ahora somos, brisa.

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