ha muerto en la torrencialidad.
Plomo de días fugaces,
de días estériles,
de caricias pobres y urgentes.
Me duele el corazón
en la fiereza de los relámpagos
que rompen la cortina infinita de lágrimas.
Me abraza el olvido
con sus manos frías
y me zarandea el desprecio
de los días sin líneas.
Plaza desierta
que ha rendido el llanto.
Tropiezo en el ascenso,
en el camino yermo,
al Gólgota.
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