en este otoño
de brumas,
de olvidos,
de campos minados,
de torpezas.
Ya es muy tarde
en esta estación
por la que ya
no pasan los trenes.
Es tan tarde que
el corazón siente pereza,
que se ha esfumado
la fe en las proezas,
que la cuarcita
se ha alojado
en mi pecho.
Ya es muy tarde
en las mañanas de niebla.
Me cerca el miedo
a la selva de los amores salvajes,
a amar a borbotones,
a desangrarse en
por los besos valientes,
a correr por la aceras
buscando sonrisas
y miradas cómplices.
Ya es muy tarde
para no pensar
en lo inconveniente,
para probar a ser miles,
para derramar vida
en los oscuros jardines.
Ya es tan tarde
que ya no hay relojes
que marquen horas sublimes.
Ya es tan tarde
que ya no hay amaneceres.
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