Mi testarudez me ata a causas perdidas.
Y cuando me deslío veo lo fácil que es, no batallar con necios.
Tropezar para levantarse.
Levantarse para volver a tropezar.
Es la rendición una victoria y la partida un perder de vista la costrosa miseria de los miserables.
Que fácilmente te tiznan la piel las manos del delincuente y su tendencia a embarrar lo inmaculado.
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