Es menudeo la satisfacción que obtengo.
No duermo nada ante la presencia invisible de los merodeadores.
Me vencen en el miedo.
En la vigilia de rezos.
Como no temer a la mano que he visto ya mancharse de sangre mil veces.
Es inquina lo que me trasmiten las sombras del jardín.
Es odio lo que me cuenta la asustada lechuza.
Son astutos atormentandome en esta parálisis, en esta agotadora selva de ruidos de temor y recelo.
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