Os crispa que me atreva a defenderme.
Acostumbrados a rendir, a humillar.
No soportáis que en la caída, con el descaro de poseer la verdad os miré.
En vuestras arremetidas, que no sacia el vencer en los ardides de la sombra, os adentráis en el pantano que os engullirá.
Hasta un rendido, en su sacrificio tiene un arma, arrastrar en su muerte al vencedor.
Os embrutecerán las gemas que broten de mi pecho, olor de santidad azuzador de violencia.
Violencia de rendido que os pondrá una lazada en la pata y os arrastrara al otro mundo.
Allí no podéis ya robar y en él no habéis sembrado nada.
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