La equidistancia con facilidad cae en el absurdo.
En el nada cristiano absurdo.
No existe la equidistancia entre victima y verdugo.
El cristiano se aleja del verdugo y acompaña y arropa a la victima.
El que hace lo contrario, ni es cristiano, ni es justo.
No se es equidistante, ni tibio, ni absurdo, ni se cae en lo abstracto.
A la hora de retratarse condenando el delito.
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