Revolotean las pesadas moscas de primavera.
Plañideras de entierros de cuarenta de mayo.
Pesadas enlutadas, que entre lloros buscan zaherir.
Entran en casa anunciando tormenta.
Entran al olor del drama.
De la carne rendida en la última batalla.
Fingen llorar, pero para sus adentros ríen.
Es el teatro del mundo, el gemiqueo de los velorios.
De la sala del trance.
De las moscas negras que acuden a llenar de pupas la postrimera cornada.
De tus lagrimas siempre alguien se alegra y esas son las corroblas de moscas negras.
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