Clavo las rodillas en el frío granito.
Lapida de descanso eterno de un cuerpo ya sin nombre.
Las glorias del mundo caducan.
Caducan los largos nombres.
Pido que rinda el punto de inflexión de mi vida.
Que mi exagerada calma torne en bullicio interior.
Pido pisar otros muertos, los muertos de mis sueños.
Ruego con fe y con pequeñez, un poco de venganza.
Se que no tendré la calma hasta que vea cobrado el delito.
Que daño perpetran los toros sin nombre.
Toros tibios y mansos a los que terminas dándole la espalda.
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