Ni somos los primeros, ni seremos los últimos, la madre siempre será musa en la iconografía del artista, será referente de belleza, de origen, fuente de cálido color.
Como no rendir tributo al templo que nos alojo en sus entrañas, que fue nuestro primer alimento y que con sus besos y caricias, tras darnos a luz, pulió nuestro ser.
Mamá no solo es regazo, es mirada embelesada ante nuestra fragilidad perenne.
Mamá es cómplice en los primeros pasos, en las primeras caídas.
Mamá es diccionario que nos resuelve en su cercanía las primeras dudas.
Mamá es la primera flor de mayo.
Mamá es perfección que derrota el tiempo, y que el hijo artista y deudor intenta congelar en su obra, para salvar del olvido y proyectar, el color inmortal, en el futuro, el abierto pecho en el que nació y mamó nuestra valía.
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