sábado, 1 de abril de 2017
Equidad no es igualdad
La disconformidad y la no aceptación, el grueso de las veces, es inoculada. Casi siempre es un estado generado en la confrontación, generado en el roce social, somos carga genética, pero sobre todo somos fricción, que nos pule educacionalmente, domándonos para no chirriar en esta sociedad de estándares, de tribus, en la grey del señor al que decidimos seguir.
No sabemos lo que somos, si alguien no nos lo dice, si alguien no nos cuenta que tenemos una tara, que estamos tildados por un talento impropio, que nuestro físico no concuerda con los cánones de belleza imperantes. Nacemos sin saberlo, pero los oportunistas nos lo repiten, nos lo espetan cruelmente a la cara, para generar en nosotros el trauma, el conflicto necesario para que ellos, los generadores de modelos, en la ramplonería puedan gobernar.
Ideología y disconformidad, inoculadas nada más nacer. Educar no es generar conflictos, pero los hay que gozan generando taras, para generar bandos, para crear contiendas en las que faenar muy bien. Divide y vencerás, y ellos marcan y crean guerras para poder vencer, para poder zonar la sociedad y reinar en un mundo de aleccionados tuertos, en un reino de seres únicos e irrepetibles que sienten la imperiosa e inoculada necesidad de someterse a los traumáticos estándares que posibilitan los estados de la igualdad, de la amputadora igualdad. Las sociedades justas, no son sociedades de iguales, son sociedades de equidad.
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